Los 5 Profetas mayores
Hay seis libros en la biblia los cuales se conocen como libros de profetas mayores. Estos libros son el Libro de Isaías, el Libro de las Lamentaciones, el Libro de Ezequiel, el Libro de Jeremías, el Libro de Baruc y el Libro de Daniel.
Escuche el capítulo 52 del Libro de Isaías, que habla de los mensajeros de la Buena Nueva
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6 libros - 5 profetas
Todos estos libros llevan el nombre del Profeta mayor que los escribió, salvo el de Lamentaciones que fue escrito por Jeremías. Son por tanto 5 los profetas mayores de la biblia.
Cuales son los 5 Profetas mayores?
Los 5 prefetas mayores son Isaías, Ezequiel, Jeremías, Baruc y Daniel. Profeta es una palabra griega y designa al que habla por otro o sea en lugar de otro. Equivale por ende en cierto sentido a la voz intérprete o Vocero. Recurriendo a las fuentes de la lengua hebrea, vemos que en hebreo se designa al profeta con dos nombres muy significativos: el primero es “naví” que significa estático, inspirado por Dios. El otro nombre quiere decir el vidente, el que ve lo que Dios le muestra en forma de visiones, en sueños etcétera.
Instrumento de Dios
Ambos nombres expresan la idea de que el profeta es instrumento de Dios. Hombre de Dios, que no ha de anunciar su propia palabra sino la que el Espíritu de Dios le sopla e inspira. Vidente es el nombre que antes se daba a los profetas y en la época de los patriarcas el proceso profético se desarrolla en forma de visión e iluminación interna.
Mientras que más tarde, ante todo en las escuelas de profetas, se cultivaba el éxtasis, señal característica de los profetas posteriores, que precisamente por eso son llamados “naví”.
Otras denominaciones, aunque metafóricas son: vigía, atalaya, centinela, pastor, siervo de Dios, Ángel de Dios. El concepto de profeta se desprende de esos nombres. Él es vidente, un hombre inspirado por Dios.
Voceros del Altísimo
De estas denominaciones ya se deduce que el predecir las cosas del futuro no haya sido la única tarea del profeta, ni siquiera la principal. Había profetas que no dejaban vaticinios sobre el porvenir, sino que se ocupaban exclusivamente del tiempo en que les tocaba vivir. Pero todos y en esto estriba su valor, eran voceros del altísimo. Portadores de un mensaje del señor, predicadores de penitencia, anunciadores de los secretos de Yahveh.
El mensaje profético
El espíritu del señor los arrebataba. Irrumpía sobre ellos y los empujaba a predicar aún contra la propia voluntad (Isaías 6, Jeremías 1,6). Tomaba uno que iba detrás del ganado y le decía: ve profetiza a mi pueblo Israel (Amos 7,15). Sacaba a otro de detrás del arado o le colocaba sus palabras en la boca y tocaba sus labios (Jeremías 1,9). O le daba sus palabras literalmente a comer (Ezequiel 3,3).
El mensaje profético no es otra cosa que palabra de Yahveh, oráculo de Yahveh, carga de Yahveh, un “así dijo el señor”, la ley divina, las verdades eternas, la revelación de los designios del señor, la gloria de Dios y de su reino, la venida del Mesías, la misión del pueblo de Dios entre las naciones.
Temas principales de los profetas
He aquí los temas principales de los profetas de Israel. En cuanto al modo en que se producían las profecías hay que notar que la luz profética no residía en el profeta en forma permanente (2 Pedro 1,20), sino a manera de cierta pasión o impresión pasajera. Consistía en general en una iluminación interna o en visiones.
Símbolos para manifestar la voluntad de Dios
A veces ocasionadas por algún hecho presentado a los sentidos, aunque en la mayoría de los casos, éstos solamente son puestas ante la vista espiritual del profeta. Por ejemplo:
- Por palabras escritas en la pared en Daniel 5,25.
- Una olla colocada al fuego en Ezequiel 24,1.
- Los huesos secos que se cubren de piel en Ezequiel 37,1.
- El gancho que sirve para recoger fruta en Amos 8,1.
- La vara de almendro en Jeremías 1,11
- Los dos canastos de higos en Jeremías 24,1 etcétera
Son todos estos símbolos que manifestaban la voluntad de Dios. Pero no siempre ilustraba Dios al profeta por medio de actos o símbolos, sino que a menudo le iluminaba directamente por la luz sobrenatural. De tal manera que podía conocer por su inteligencia lo que Dios quería decirle, como por ejemplo en Isaías 7,14.
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